lunes, 25 de abril de 2016

Las 7 propiedades de la Naturaleza


Nota: Extracto de la obra del teósofo teutónico J. Boehme titulada La Llave. Es un tratado de Física, salvando el lenguaje protector del lenguaje simbólico. A la estructura de la realidad le importa bien poco la certificación que la ciencia del momento juzgue; a lo largo del tiempo se observan numerosos cambios y esa tónica continuará.
Por primera vez se explica, en el cuerpo central de este texto, en negrita, el significado real de la trilogía de sustancias que muchos toman al pie de la letra, azufre-mercurio-sal, de un modo abierto, en su estadio inicial.

Sobre la Naturaleza Eterna y sus
Siete Propiedades

La Naturaleza es nada más que las Propiedades de la Capacidad y el Poder de recibir el propio deseo que surge en la variación de la palabra viva, o sea, del Poder y la Virtud vivos donde las Propiedades se transforman en substancia; esta substancia es llamada substancia natural y no es Dios
propiamente dicho, aunque Él habite completamente en la naturaleza y aunque la naturaleza lo comprenda perfectamente; esto ocurre porque la unidad de
Dios se produce en sí mismo y se comunica por una substancia natural tornándose substancia, a saber, la substancia de la Luz, que rompe y penetra la
naturaleza, actuando por sí misma; si no fuese así, la unidad de Dios sería incomprensible para la naturaleza, esto es, para la recepción deseosa.
La Naturaleza surge en la palabra fluida de la percepción y del conocimiento Divino. La Naturaleza es la continua creación y producción de la percepción y de las ciencias; de la misma forma que la palabra actúa por la
Sabiduría, la Naturaleza crea y produce en Propiedades. La Naturaleza es como un carpintero que construye una casa que la mente anteriormente imaginó y proyectó, es así como ella debe ser comprendida.
Así como la mente eterna imagina en la eterna sabiduría de Dios en el Poder Divino y la transforma en idea, la naturaleza crea en propiedad.
La Naturaleza en su primer plano, consiste en siete Propiedades que se dividen hasta el infinito.

Propiedades

La Primera Propiedad es el Deseo que causa y produce aspereza,
agudeza, dureza, frío y substancia.
La Segunda Propiedad
La segunda Propiedad es lo activo, o la atracción del Deseo; ella hiere,
quiebra y divide la dureza; corta en pedazos el deseo atraído; se multiplica y se
varía a sí misma; es el campo del dolor amargo, y también la verdadera Raíz
(Origen) de la Vida; es el volcán que lanza fuego.
La Tercera Propiedad
La tercera Propiedad es la perceptibilidad y sentimiento en la quiebra
de la áspera dureza; y este es el campo de la Angustia y de la voluntad Natural,
por donde la voluntad Eterna desea ser manifestada; o sea, será Fuego o Luz, a
saber, un centelleo o brillo por donde pueden aparecer los poderes, aspectos y
virtudes de la Sabiduría: en estas tres primeras Propiedades consiste el
Fundamento de la Ira, del Infierno y de todo lo que es colérico.
La Cuarta Propiedad
La cuarta Propiedad es el Fuego, donde la Unidad aparece, y es vista en
la Luz, o sea, en el Amor ardiente (candente) y la Ira (cólera) en la Esencia del
Fuego.
La Quinta Propiedad
La quinta Propiedad es la Luz cuya Virtud del Amor, juntamente con la
Unidad, actúa en la substancia Natural.
La Sexta Propiedad
La sexta Propiedad es el sonido, voz, o comprensión natural, por donde
los cinco sentidos trabajan espiritualmente, o sea, en una comprensión natural
de la vida.
La Séptima Propiedad
La séptima Propiedad es el Objeto, o el tenor de las otras seis
Propiedades, en la cual ellas actúan, como la Vida actúa en la Materia, y estas
siete Propiedades son cierta y verdaderamente llamadas de la Región o Punto
de la Naturaleza, donde las Propiedades permanecen en una única región.
La Primera SUBSTANCIA en las
Siete Propiedades
Siempre debemos comprender dos Substancias en las siete Propiedades:
la primera, de acuerdo con la profundidad de estas Propiedades, como siendo
el Ser Divino, o la voluntad Divina con la fluyente Unidad de Dios que juntas
fluyen a través de la Naturaleza, tornándose receptoras de lo sutil, a fin de que
el Amor eterno pueda tornarse actuante y sensible, pudiendo tener algo que sea
pasivo por donde pueda manifestarse y ser conocido y también, ser deseado y
amado nuevamente, esto es, la Naturaleza pasiva Activa, que en el Amor es
cambiada por una Alegría eterna; y cuando el Amor en el Fuego se manifiesta
en la Luz, entonces el inflama a la Naturaleza como el Sol inflama la planta y el
Fuego inflama al Hierro.
La Segunda Substancia
La segunda Substancia es la propia Substancia de la Naturaleza, que es
Activa y Pasiva, es la Herramienta y el Instrumento del Agente, donde no hay
pasividad, tampoco hay deseo de Liberación (Redención) o de algo mejor,
donde todo reposa consigo mismo.
Y de este modo la unidad Eterna se produce por su Emanación y
separación dentro de la naturaleza pues la unidad precisa tener un objeto en el
cual pueda manifestarse, amar y ser nuevamente amada por algo, pues así
podrá haber una percepción en una voluntad y actuación sensible.
Una explicación sobre las
Siete Propiedades de la Naturaleza.
La Primera Propiedad
La Primera Propiedad es un Deseo, como aquel de un imán, a saber, la
comprensión de la voluntad; la voluntad desea ser algo, pero aún no tiene nada
de lo que pueda hacer, de si, alguna cosa y, por este motivo, se produce una
recepción de sí mismo comprimiéndose en algo que es nada más que un
Apetito (Ansia) Magnético, una aspereza, como una dureza (solidez) donde
surgen la substancia, el frío y la propia dureza.
Esta comprensión o atracción se oscurece a sí misma y se hace
oscuridad tornándose, de hecho, la región de la eterna y temporal oscuridad.
En el comienzo del mundo, la sal, las piedras, huesos y todo este tipo de
cosas fueron producidas por esta dureza.
La Segunda Propiedad
La segunda Propiedad de la Naturaleza Eterna surge de la primera y es
la atracción o movimiento de lo sutil; el imán produce la dureza, pero el
movimiento la rompe (divide) nuevamente, es una continua lucha en si mismo.
La voluntad que el Deseo comprime y hace tornarse algo, es cortada en
pedazos y dividida por el movimiento transformándose en formas y en
imágenes; entre estas dos Propiedades surge la Aflicción (Angustia), o sea, la
herida (dolor) de la Percepción y de la Sensación; pues cuando hay un
movimiento en la agudeza, entonces la propiedad es el Dolor que es también la
causa de la sensibilidad y del sufrimiento; pues si no hubiese agudeza y
movimiento no habría sensibilidad. Este movimiento es también una región del
Aire en el mundo visible, manifestada por el fuego, como será mencionado más
delante.
Así, comprendemos que el Deseo es la región de algo y que este algo
posiblemente sale de la nada, creemos también que el Deseo haya sido el inicio
de este mundo, pues por su intermedio Dios transformó todas las cosas en ser y
substancia, pues fue por el Deseo que Dios dijo: Hágase. El Deseo es el FIAT,
que produjo algo en aquello que nada era más allá de Espíritu; el FIAT produjo
el Misterio Magnum, que es espiritual, visible y substancial, como podemos ver
por los Elementos, Estrellas, y otras Criaturas.
La segunda Propiedad o el Movimiento fue en el comienzo de este
mundo, el separador o divisor de los Poderes y Virtudes por las cuales el
Creador, a saber, la Voluntad de Dios, transformó todas las cosas del Misterio
Magnum en forma, pues este es el mundo mutante (mutable) y exterior por el
cual el Dios sobrenatural hizo las cosas y las trajo para la forma, imagen
(apariencia) y configuración.
La tercera Propiedad
La tercera Propiedad de la Naturaleza Eterna es la Angustia o aquella
Voluntad que se transformó en recepción para la Naturaleza y para ser algo;
cuando la propia Voluntad se encuentra en el movimiento agudo y se torna
Angustia, o sea, sensibilidad, pues sin la Naturaleza ella no es capaz de tal cosa,
pero la agudeza móvil viene a ser una sensación.
Esta sensación es la causa del Fuego, y también de la mente y de los
sentidos, pues por su intermedio la propia voluntad natural se hace volátil y
busca reposo. De este modo, la separación de la voluntad sale de sí misma y se
rompe a través de las Propiedades, surgiendo el sabor, una vez que una
Propiedad prueba y siente la otra.
La tercera Propiedad es también la región y la causa de los sentidos, en
la cual una propiedad penetra e incita a otra, es de este modo que la voluntad
sabe cuando surge la pasividad; si no hubiese sensibilidad, la voluntad no
podría saber nada sobre las propiedades y estaría simplemente sola; y así, la
voluntad recibe a la Naturaleza en su seno, a través de su sentimiento del
movimiento agudo. Tal movimiento se asemeja a una rueda que gira, no es que
exista tal rotación o giro pero lo hay en las Propiedades, pues el Deseo atrae
para sí y el movimiento empuja para el adelante y para fuera del Deseo y así la
voluntad presente en esta angustia no puede ir ni para dentro, ni para fuera, y
aún son ambos empujados para dentro y para fuera, y así permanece en tal
posición como si fuese para dentro y para fuera, o sea, sobre y bajo y aún no
pudiese ir a parte alguna, es la Angustia, el verdadero fundamento del infierno
y de la Furia de Dios, pues esta Angustia se encuentra en el oscuro movimiento
agudo.
En la creación del mundo, el Azufre-Espíritu con la materia de la
Naturaleza Sulfúrica, fue producido en esta región; el Azufre-Espíritu es la
vida natural de las criaturas terrenas y elementales.
Los sabios paganos comprenderán, hasta cierto punto, esta región, pues
dicen que en el Azufre, el Mercurio y la Sal consisten todas las cosas de este
mundo. Ellos no observaron solamente la materia, sino el Espíritu de donde tal
materia procede, pues esta región no consiste en Sal, Mercurio y Azufre, no es
este el significado, pero sí el Espíritu de tales Propiedades; es en esto, de hecho,
en lo que consiste todo, lo que quiera que viva, crezca y posea un ser en este
mundo, sea espiritual o material. 
Ellos comprenden por la Sal el agudo Deseo
Magnético de la Naturaleza; por el Mercurio, el Movimiento y Separación de la Naturaleza, por el cual todo es señalado y marcado con su propio sello; y por el Azufre, la voluntad perceptiva (sensible) y la Vida creciente. 
En el Azufre-Espíritu, donde la vida ardiente quema, reside el Aceite, y la Quinta-Esencia
reside en el Aceite, a saber, el Mercurio ardiente, que es la verdadera Vida de la
Naturaleza, y que es una Emanación de la Palabra de Poder y el Movimiento
Divino, por el cual la región de los Cielos es comprendida.
En la Quinta-Esencia reside el Sabor (coloración), a saber, la región
Paradisíaca, la palabra fluida del poder y de la virtud Divina, donde las
propiedades reposan en igualdad (uniformidad).
Así, por la tercera Propiedad de la Naturaleza, que es la Angustia,
queremos decir la aspereza y el dolor del fuego, o la quemazón o consumición,
pues cuando la voluntad es colocada en tal aspereza, consumirá siempre la
causa de ésta, una vez que la voluntad siempre lucha para alcanzar nuevamente
la unidad de Dios, que es el reposo. La Unidad se empuja con su Emanación
para este movimiento y aspereza, habiendo así una continua asociación para la
manifestación de la voluntad divina, una vez que siempre encontramos en estos
tres elementos, Sal, Mercurio y Aceite, un poco del cielo en la tierra, y quien
quiera que busque nada más que la verdadera comprensión y considere al
Espíritu, así lo acreditará.
El alma de las cosas reside en la aspereza, la verdadera vida de la
Propiedad y de la naturaleza sensual reside en el movimiento y el espíritu
poderoso que surge de la coloración (sabor) permanece en el Aceite del Azufre.
Así, lo que es celeste siempre reside escondido en lo que es terrestre, pues el
mundo espiritual invisible surge con y en la Creación.
La Cuarta Propiedad
La cuarta Propiedad de la Naturaleza Eterna es el Fuego Espiritual, por
el cual la Luz o la Unidad es manifestada, pues el rayo de luz (reflejo) del fuego
surge y procede de la unidad fluida que tiene incorporado y unido a sí el Deseo
Natural; la propiedad ardiente del fuego o el calor, procede de la naturaleza
devoradora y áspera de las tres primeras Propiedades, como veremos a
continuación.
La Unidad Eterna, que en algunos de mis escritos también llamo de
Libertad, es la suave y silenciosa tranquilidad, ser benévolo, como un suave y
confortable bienestar (no se puede expresar tan suave tranquilidad sin la
Naturaleza en la Unidad de Dios), pero las tres Propiedades en su Naturaleza
son ásperas, dolorosas y horribles (terribles). En estas tres dolorosas
Propiedades consiste la Voluntad fluida y es producida por la Palabra o
Respiración Divina (Soplo), así como la Unidad, por tanto, la voluntad anhela
seriamente la Unidad, y ésta anhela la Sensibilidad, esto es, la región del fuego.
Así una anhela la otra y cuando hay esta ansia, ocurre como un estallido o
resplandor (centelleo) de Iluminación así como cuando quemamos un hierro
junto con una piedra, o vaciamos agua en el fuego.
Esto lo decimos por medio de la comparación.
En este centelleo la unidad siente la sensibilidad y la voluntad recibe la
unidad tranquila y suave. La unidad se vuelve un brillante rayo de luz de
fuego, y el fuego se vuelve un amor ardiente, pues recibe el emblema y poder
de la unidad suave: en esta gentileza, la Luz penetra a través de la comprensión
magnética que no es más conocida o discernida aunque permanezca contenida
eternamente en la comprensión.
Aquí surgen dos Principios Eternos, las tinieblas, donde residen la
aspereza, la agudeza, el dolor y/o el sentimiento del poder y de la virtud de la
unidad en la Luz. Sobre esto la Escritura dice que Dios, o la Unidad Eterna,
reside en la Luz a la cual nadie puede aproximarse.
La Eterna Unidad de Dios se manifiesta en la Luz, a través del Fuego
Espiritual, y esta Luz es llamada del Poder Supremo, siendo Dios o la Unidad
Sobrenatural su poder y su virtud.
El espíritu de este Fuego recibe un emblema (o virtud) para brillar
desde la Unidad, de lo contrario esta región ígnea no sería más que un deseo
doloroso, ansioso, horrible y atormentado; lo mismo ocurre cuando la voluntad
se rompe de la Unidad y va a vivir de acuerdo con su propio deseo, como
hicieron los ángeles caídos (Demonios), y como aún hacen las almas errantes.
Aquí se pueden percibir dos Principios: el primero es la región de la
quemazón del Fuego, o la oscuridad áspera, móvil, perceptible y dolorosa; la
segunda es la Luz del Fuego, por donde la Unidad se vuelve movilidad y
satisfacción, pues el Fuego es un objeto del gran Amor de la unidad de Dios.
El Deleite Eterno viene a ser perceptible y esta percepción de la Unidad
es llamada Amor y es una quemazón o vida en la unidad de Dios; de acuerdo
con este Amor Ardiente, Dios se denomina a así mismo un Dios amoroso y
misericordioso, pues la unidad de Dios ama y rompe a través de la voluntad
dolorosa del fuego que en el inicio surgió en el soplo de la palabra, o en la
emanación del Deleite Divino, transformándose en una gran Satisfacción
(Placer).
Es en esta voluntad ígnea de la naturaleza Eterna que permanece el
alma del Hombre, y también los ángeles, esta es la región y centro de ellos. Por
tanto, si algún alma se separa de la Luz y del Amor de Dios y entra en su propio
deseo natural, entonces la región de esta propiedad oscura y dolorosa se
manifiesta en ella, como se puede verificar en Lucifer.
Cualquier cosa que se imagine posee una esencia, en la Criatura y fuera
de la criatura en todo lugar, pues la Criatura es nada más que una imagen y una
apariencia del separable y variado poder, y virtud del Ser Universal.
Entienda bien lo que es la región del Fuego, Frío en la Compresión,
Caliente en la Angustia y Volcánico en el Movimiento. El Fuego consiste en los
tres, pero el brillo de la Luz surge y procede de la conjunción de la unidad en la
región del Fuego; toda esta región no es más que la voluntad emanada.
De esta Forma, en el Fuego y en la Luz consiste la Vida de todas las
cosas, esto es, la voluntad de todas las cosas que las impide ser insensibles
vegetales o racionales; todas las cosas, así como el fuego, tienen su región que
tanto puede ser de la región eterna, como el Alma, o de la región temporal
como las cosas del Astral Elemental, pues el Eterno es un fuego y lo temporal
es otro, como veremos más adelante.
La Quinta Propiedad
La quinta propiedad es el Fuego del Amor, o el Mundo del Poder y de
la Luz, que habitó en las Tinieblas y que las Tinieblas no lo comprendieron,
como está escrito en Juan I “La luz resplandece en las tinieblas y las tinieblas no la
comprenden”. La Palabra también está en la Luz, y en la Palabra está la
verdadera comprensión de la Vida del Hombre, o sea, el verdadero espíritu.
Este fuego es la verdadera Alma del Hombre, el verdadero espíritu que Dios
sopló dentro de él, la vida de la criatura.
Es preciso entender en el fuego espiritual de la Voluntad, al Alma
deseosa, fuera de la Región Eterna; en el poder y la virtud de la Luz, la
verdadera comprensión del espíritu en el cual la unidad de Dios reside y está
manifestada, como nuestro Señor Jesús Cristo dice:
“El Reino de Dios está en ti”, y Pablo: “Tú eres el templo del Espíritu Santo,
que habita en ti” , este es el lugar de la Divina habitación y revelación.
El Alma también viene a ser condenada cuando la voluntad ígnea se
separa del Amor y de la Unidad de Dios y entra en su propia Propiedad
Natural, o sea, en sus Propiedades Demoníacas; lo que será tratado más
adelante.
Oh Sión, observa esta región y serás libre de Babel.
El Segundo Principio (o Mundo Angélico y de los Tronos) es explicado
por la quinta Propiedad, pues ésta es el movimiento de la Unidad, donde todas
las Propiedades de la Naturaleza ígnea arden en el Amor.
Un ejemplo o comparación de esta región puede ser observado en una
vela encendida, donde las Propiedades residen una en la otra y podemos
encontrar el Fuego, el Aceite, la Luz, el Aire y el Agua del Aire, los cuatro
Elementos que anteriormente permanecían en una única región ahí se
encuentran manifestados; ellos pertenecen a la región eterna, pues la substancia
temporal fluye del Eterno teniendo, consecuentemente, la misma cualidad pero
con la diferencia de que una es eterna y la otra transitoria, una es espiritual y la
otra corpórea.
Cuando la Luz y el Fuego Espiritual son encendidos y, de hecho
iluminados de la Eternidad (y la propia Eternidad), entonces, siempre todo el
Misterio del Poder y del Conocimiento Divino también se manifiesta, pues
todas las Propiedades de la Naturaleza Eterna se vuelven espirituales en el
fuego (aunque la naturaleza permanezca como es, interiorizada en sí misma) y
la actuación de la voluntad se vuelve espiritual.
En el estallido o claridad del Fuego, la negra receptibilidad es
consumida y en este proceso sale el brillo puro del Fuego-Espíritu, roto por un
golpe de luz, y en esta salida encontramos tres diferentes Propiedades. La
primera es el impulso (energía) ascendente de la voluntad ígnea; la segunda es
el impulso (energía) descendente o decline del espíritu acuoso, a saber, la
suavidad; la tercera es el procedimiento avanzado del espíritu oleoso, es el
símbolo de la unidad de Dios, que se vuelve una substancia en el deseo de la
Naturaleza; otra vez, todo no pasa de Espíritu y Poder pero así aparece en la
imagen de la manifestación, no como si fuese alguna división o separación, sino
como Espíritu y Poder.
Esta triple manifestación está de acuerdo con la Trinidad, pues el centro
donde está es el Dios único, de acuerdo con su manifestación; el ígneo y
flamante espíritu de amor es la energía ascendente; la suavidad que procede del
Amor es la energía descendente; en medio hay un centro de la circunferencia,
que es el Padre, o el Dios Completo, de acuerdo con las propiedades de la
Naturaleza, pues esta es nada más que una semejanza de este proceso.
La Naturaleza aún puede ser considerada como un destello del origen
del fuego, es un estallido, una región salina, cuando parte para divisiones
infinitas, esto es, para la multiplicidad o variedad del Poder y de la Virtud; la
multiplicidad de los Ángeles y Espíritus y sus aspectos y operaciones, también
procedieron de los cuatro elementos en el inicio de los tiempos.
La temperatura del Fuego y de la Luz es el elemento santo, o el
movimiento en la Luz de la unidad; de esta región salina (salitre espiritual y no
salitre terrestre), proceden los cuatro Elementos, siendo que en la compresión
del Mercurio Ígneo son producidos la Tierra y las Piedras; en la Quinta Esencia
del Mercurio Ígneo, el Fuego y el Cielo; y en el Movimiento o impulso, el Aire;
y en la lectura o interpretación del Deseo por el Fuego, es producida el Agua.
El Mercurio Ígneo es un agua seca, que dio origen a los metales y
piedras, pero el Mercurio partido o dividido, produjo el agua húmeda, por la
Mortificación en el Fuego; y la compresión produjo la total crudeza en la Tierra,
que es un puro Mercurio Salítrico Saturnino.
Por la palabra Mercurio se debe entender siempre, en el sentido
espiritual, la actuante, natural y emanada palabra de Dios, que ha sido la
Separadora, Divisora y Formadora de toda substancia; y por la palabra Saturno
queremos decir compresión.
En la quinta Propiedad, esto es, en la Luz, la unidad Eterna es
substancial, esto es, un santo Fuego Espiritual, una Luz santa, un Aire santo,
que es nada más que el Espíritu, también un agua santa, que es el Amor
emanado de la unidad de Dios, y una tierra santa, que es la virtud y la acción
todopoderosa.
Esta quinta Propiedad es el verdadero mundo Angélico espiritual de la
satisfacción Divina, escondido en este mundo visible.
La Sexta Propiedad
La sexta Propiedad de la Naturaleza Eterna es el sonido, ruido, voz o
comprensión, pues cuando el fuego clarea, todas las Propiedades juntas emiten
sonido. El fuego es la boca de la Esencia, la Luz es el espíritu, y el sonido es la
comprensión por la cual todas las Propiedades se comprenden unas a las otras.
De acuerdo con la manifestación de la Santísima Trinidad, por la
emanación de la unidad, este sonido o voz es la divina palabra actuante, o sea,
la comprensión en la Naturaleza Eterna, por la cual el conocimiento
sobrenatural se manifiesta, pero de acuerdo con la naturaleza y la criatura, este
sonido o voz es el conocimiento de Dios, por donde la comprensión natural
conoce a Dios, pues ella es el modelo, semejanza y emanación de la
Comprensión Divina.
Los cinco sentidos permanecen en la comprensión natural, en el género
espiritual y en la segunda Propiedad, o también, en el movimiento, en el
Mercurio Ígneo, y en el género natural.
La sexta Propiedad atribuye comprensión a la voz o sonido a la palabra
articulada; la segunda propiedad de la Naturaleza es la productora y también
la casa, herramienta o instrumento del habla o voz; en la segunda Propiedad, el
Poder-Virtud es doloroso, pero en la sexta Propiedad es placentero y
satisfactorio. La diferencia entre la segunda y la sexta Propiedad, está en la Luz
y en las Tinieblas, ellas están una en la otra como el Fuego y la Luz, no hay otra
diferencia entre ambas.
La Séptima Propiedad
La séptima Propiedad es la Substancia, o sea, el subjectum o la casa de
las otras seis, donde todas están substantivamente como alma en el cuerpo; por
esto comprendemos especialmente el Paraíso o germen del poder actuante,
pues toda Propiedad produce en sí misma un Motivo u Objeto para su propia
Emanación y, en la séptima, todas las Propiedades están en una temperatura,
como si estuviesen en una única substancia. Como ellas todas fueron
producidas de la Unidad, entonces todas retornan nuevamente para una única
región.
Aunque ellas actúen de manera diferente, todavía hay aquí una única
substancia, cuyo poder-virtud es llamado tintura (sabor) o un primaveral,
creciente, penetrante y santo germen.
No es que las siete Propiedades sean la Tintura, pero sí su cuerpo; el
Poder-Virtud del Fuego y de la Luz, es la Tintura en el cuerpo substancial, pero
las siete Propiedades son la substancia que la Tintura penetra y santifica, de
acuerdo con el poder-virtud de la manifestación Divina. Como la Tintura es
una Propiedad de la Naturaleza, es también la substancia del deseo atrayente
de todas las propiedades.
Observe que la primera y la séptima Propiedad siempre son contadas
como una, de la misma forma que la segunda, la sexta, la tercera y la quinta,
siendo la cuarta solamente un marco divisorio o una frontera, pues según la
manifestación de la Trinidad de Dios, no hay más que tres Propiedades de la
Naturaleza. La Primera es el Deseo que pertenece a Dios Padre, aunque sea
solamente un espíritu, pero en la séptima Propiedad, el Deseo es substancial. La
segunda es el Poder-Virtud Divino, y pertenece a Dios hijo, en la segunda
propiedad es solamente un espíritu, pero en la sexta Propiedad es un Poder-
Virtud substancial. La tercera pertenece al Espíritu Santo, en el inicio de la
tercera Propiedad es solamente un espíritu ígneo, pero en la quinta Propiedad
es la manifestación del gran Amor.
Así, la Emanación de la Divina Manifestación en tres Propiedades en el
primer Principio en presencia de la Luz, es Natural, pero en el segundo
Principio, en la propia Luz, es Espiritual.
Bien, estas son las siete Propiedades en una única región, y todas ellas
son igualmente Eternas, sin comienzo; ninguna de ellas puede ser contada
como la primera, segunda, tercera, cuarta, quinta, sexta o última, pues son
igualmente Eternas, sin principio y poseen un principio Eterno en la Unidad de
Dios.
La enumeración fue una forma simbólica de presentarlas, para
comprender como una nace de la otra, para mejor concebir lo que es el Creador
y lo que son la Vida y la Substancia de este mundo.
LAS SIETE FORMAS DE LOS ESPÍRITUS
Primera
forma
Voluntad Deseosa áspera Mundo Negro; una similitud de
esto es una vela.
Segunda Amargo o Doloroso
Tercera Angustia hasta la claridad del Fuego
Cuarta - Fuego Negro ,
- Fuego,
- Fuego Iluminado.
Mundo del Fuego; una similitud
de esto es el fuego de una vela
Quinta Luz o Amor, donde fluye el agua de La
Vida Eterna
Mundo de Luz; una similitud de
esto es la Luz de una vela.
Sexta Ruido, Sonido o Mercurio
Séptima Substancia o Naturaleza

martes, 19 de abril de 2016

Aurora Consurgens

Aurora desde Sierra Akbarracín, Benaocaz,Cadiz


Texto original

Tomás de Aquino. AURORA CONSURGENS

LA AURORA, HORA DORADA.
CAPÍTULO PRIMERO
INICIO DEL TRATADO INTITULADO: LA AURORA EN SU DESPERTAR
Con ella, con la Sabiduría del Mediodía, todos los dones me fueron concedidos, con ella,
que pregona por las calles, que sobre las plazas públicas alza su voz, que clama en medio
del gentío y que así habla en el umbral de las puertas de la ciudad: Venid a mí, aceptad mi luz y
nada turbará vuestras obras. Cuantos me deseéis seréis colmados con mis riquezas. Venid hijos míos, y
escuchad, pues os voy a enseñar la ciencia de Dios.
¿Qué sabio comprenderá esta Sabiduría de la que Alphidius dijo que hombres y niños
rozan por caminos y plazas, que asnos y rebaños pisotean en las inmundicias? Senior
escribe: En apariencia no hay nada tan vil y, sin embargo, nada es tan estimable en cuanto a naturaleza.
El mismo Dios no ha querido que se le ponga precio. A partir de ella Salomón edificó su
luz situándola por encima de toda perfección y de toda salvación, pues ni siquiera las
virtudes de las piedras preciosas se le pueden comparar: todo oro, en comparación, no es
sino arena vulgar y la plata no es más que cieno. Y todo ello no sin razón: su adquisición es
preferible al comercio de la plata y del oro más puros; su fruto es más precioso que todas
las riquezas del mundo, y no puede ser comparada a nada de cuanto puedas desear. Su
mano derecha oculta longevidad y salud, su mano izquierda gloria y riquezas infinitas. Sus
caminos están repletos de bellas y loables acciones, en nada despreciables ni torcidas. Su
andar no es para nada apresurado: posee la lentitud y la asiduidad de la labor perseverante.
Es árbol de vida, luz perpetua para cuantos la aprehenden. Los que la conserven alcanzarán
la dicha, pues la ciencia de Dios jamás perecerá, como testifican las palabras de Alphidius:
El que halle esta ciencia obtendrá sustento legítimo y sempiterno. En cuanto a Hermes y los demás,
ved lo que afirman: si un hombre detentara esta ciencia durante mil años jamás conocería la escasez,
aunque cada día hubiera de alimentar a siete mil hombres. Senior lo confirma: Ser tan rico como el
poseedor de aquella piedra de la que surge el fuego, de quien es propio dar ese fuego a quien lo desee, en la
cantidad deseada y en el momento deseado, sin la menor privación. Idénticos anhelos expresa
Aristóteles en su segundo libro sobre el alma: Todos los cuerpos constantes son limitados, por
naturaleza, en su tamaño y en su crecimiento, sin embargo, el fuego, a poco que se le alimente, crece hasta el
infinito. ¡Dichoso el descubridor de esta ciencia: sobre él fluirá la prudencia de Saturno!
En tu caminar sueña con ella y ella guiará tus pasos. Senior dice: El sabio la comprende, él que
es de juicio sutil e ingenioso, pues el tratado sobre las agregaciones ilumina los espíritus. El espíritu se
anima, hace cuanto desea: ¡dichosos cuántos reflexionen acerca de mis palabras! Y Salomón
añade: Hijo mío, cuélgala en tu cuello, inscríbela en la tablilla de tu corazón y lo hallarás. Dí a la
Sabiduría: ¡Tú eres mi hermana! y concede el nombre de amiga a la prudencia. Reflexionar sobre las
palabras de la Sabiduría es un acto perfectamente natural, un acto sutil que la lleva a la
perfección. Aquel que le consagre sus vigilias se encontrará bajo su protección. Jamás se
marchita ni perece, clara es para quienes poseen la inteligencia y resulta fácil a cuantos la
conocen, pues va en busca de quienes son dignos de ella: en todos sus caminos se les
aparece jocosa advirtiéndoles de su providencia. Su principio es la naturaleza más auténtica,
aquella naturaleza que ignora el engaño.
CAPÍTULO SEGUNDO
ACERCA DE LA SABIDURÍA
Por tanto, si los tronos y los cetros de los reyes os placen, si queréis reinar eternamente,
amad la luz de la ciencia y perseverad en la búsqueda, vosotros, los que os distinguís por
vuestro conocimiento de la naturaleza. Por vosotros el sabio escruta en la Sabiduría de los
antiguos y consagra su ocio a los profetas, penetra en los misterios de las parábolas, busca
el sentido oculto de los proverbios: se ocupa del secreto de las parábolas.
Sin ocultaros nada expondré lo que es la ciencia y como está hecha: es un don, un
sacramento de Dios, es algo divino que las palabras simbólicas de los sabios ocultan de mil
maneras. Sin apartarme de la verdad y evitando la ansiedad que debilita al espíritu sacaré su
ciencia a la luz.
Seguí su rastro desde el principio, y en mi caminar ignoraba que era la madre de todas las
ciencias y que me precedió. Innumerables dignidades me ha concedido, la he aprendido sin
forzarla y os la comunicaré sin precipitación y sin disimular la verdad. Es para todos un
tesoro inagotable que ha sido celado por sus descubridores, y que exclama gozosa: Jerusalén,
alégrate. Todos los que me amáis uníos, entrad en júbilo, pues el Señor Dios ha tenido piedad de los pobres.
Senior también ha dicho: Es una piedra sobre la que el sabio pone los ojos, y que debes evitar echar a
los escombros. Pues este elixir expulsa la miseria y para el hombre, después de Dios, es lo más precioso.
CAPÍTULO TERCERO
DE LOS QUE IGNORAN Y DE LOS QUE NIEGAN ESTA CIENCIA
Esta ciencia gloriosa de Dios, esta doctrina de los santos, este secreto de los filósofos y este
elixir de los médicos, es despreciado por los necios que al ignorar su naturaleza rehuyen su
bendición: por eso aquélla se alejará de ellos. Al que le falte experiencia no le conviene tal
ciencia, pues cualquiera que la ignora es su enemigo: no sin razón. Speculator lo dice: El
desprecio de la ciencia es la causa de la ignorancia. ¡No demos lechugas a los asnos si se conforman
con cardos! ¡No demos a los perros el pan de los niños y no sembremos perlas entre los
cerdos! A esta ilustre ciencia, semejantes bufones no podrán acceder. Divulgar a los que no
son dignos de ella los arcanos de esta ciencia sería romper el sello celeste. En un cuerpo
grosero el espíritu de esta Sabiduría rehusará entrar. El insensato no es capaz de percibirla
pues su razón está pervertida. Los sabios no se dirigen a los insensatos. Hablar con un
necio, es hablar con alguien que está dormido. Morien ha dicho: Si se descubriera la situación
exacta de las cosas no habría espacio para la prudencia. El insensato sería igual al sabio. Bajo el
círculo lunar, junto a la pobreza, su madrastra, ningún mortal lloraría ya las angustias de su
desnudez: en esta ciencia, infinito es el número de necios.
CAPÍTULO CUARTO
DEL NOMBRE Y DEL TÍTULO DE ESTE LIBRO
A este volumen lo hemos bautizado Aurora en su despertar por cuatro razones. La aurora
es, sin duda, la hora de oro. Asimismo, la ciencia reserva para un fin dorado una hora a los
buenos laborantes. La aurora, además, ocupa entre la noche y el día una posición
intermedia enrojeciendo con una doble tinta roja y amarilla. Del mismo modo la ciencia
dona tintas amarilla y roja, que son intermediarias entre el negro y el blanco. En tercer
lugar, durante la aurora, los enfermos notan un alivio, un respiro en sus sufrimientos
nocturnos, así como también, durante la aurora de la ciencia, los malos olores y los vapores
nocivos que afectan el espíritu del laborante se eclipsan y declinan. El Salmo ya lo dice: En
el atardecer la visita de las lágrimas, en el amanecer de los gritos de júbilo. En cuarto y último lugar, se
ha dicho que la aurora es el fin de la noche, o mejor aún, la madre del sol. Del mismo
modo en el culmen de la coloración roja, nuestra aurora es el fin de toda tiniebla, la
expulsión de la noche, esa longevidad hivernal en medio de la que tropieza el caminante si
no presta atención. Está escrito: Y la noche revela a la noche la ciencia, y el día al día profiere la
palabra, y la noche como el día en sus deleites ilumina.
CAPÍTULO QUINTO
¡ESTIMULEMOS A LOS INSENSATOS!
Acaso la Sabiduría no clama por las calles, acaso la prudencia no eleva su voz en los libros
de los sabios lamentándose: ¡Humanos, a vosotros os llamo, mi voz se dirige a los hijos de
la inteligencia! ¡Comprended, insensatos, prestad atención a los dichos de los sabios y a sus
enigmas! Cuando han establecido la similitud entre todas las criaturas de esta tierra, los
sabios se sirven en esta ciencia de diversas expresiones multiplicando las palabras bajo el
círculo de la luna.
Un sabio a la escucha ganará en sabiduría, la comprenderá, y comprendiéndola la poseerá.
He aquí la Sabiduría, Reina del Mediodía, de la que se dice que ha venido de Oriente como
la aurora en su despertar, para escuchar, para comprender, para ver la Sabiduría de
Salomón. Ella encierra poder, honor, virtud y autoridad. Luce una corona resplandeciente
con rayos de doce estrellas, como una esposa que se adorna para su esposo. Sus vestidos
llevan inscripciones de oro, en griego, en lengua extranjera, en latín: ¡Soy reina: reinaré y mi
reino no tendrá fin para mis descubridores, para todos aquellos que me buscan sutil, ingeniosa,
constantemente!
CAPÍTULO SEXTO
LA PRIMERA PARÁBOLA:
LA PIEDRA NEGRA EN LA QUE SE ARRAIGAN LOS SIETE PLANETAS
Mirando a lo lejos vi una gran nube que ensombrecía la tierra y que absorbía la nube que
cubría mi alma. Las aguas, putrefactas y corruptas como estaban por el espectáculo de las
profundidades infernales y por la sombra de la muerte, habían penetrado en mi alma: la
tempestad me había engullido.
Delante de mí se arrodillarán los habitantes del desierto, y mis enemigos lamerán la tierra
que me pertenece. En mi carne no queda nada intacto, y el espectáculo de mi iniquidad ha
transtornado mis huesos. He gritado noches enteras hasta enronquecer mi garganta. ¿Quién
vivirá para saber, para comprender?
Él arrancará mi alma de la garra del Sheol. Los que me iluminen ganarán la vida eterna y
comerán del árbol de la vida situado en el paraíso. En mi reino les será permitido sentarse
al lado de mi trono. Así será para aquel que me haya desenterrado como si fuera plata y
adquirido como un tesoro, para el que no haya envenenado ni mi alimento ni mi bebida,
para aquel que no haya mancillado con el estupro mi lecho violando mi cuerpo fuerte y
delicado, ni sobretodo mi alma, paloma bella y sin hiel, pura y sin mancha: así será para
todos aquellos que no hayan hundido mis asientos y mis tronos. Para aquel que de amor
me ha hecho languidecer, para aquel cuyo ardor me ha fundido, cuyo aroma me ha hecho
vivir, cuyo sabor me restaura, cuya leche es el alimento que consiento, que con su enlace
me devuelve la juventud, para aquel de cuyo beso recibo el aliento de la vida, para aquel
cuyo abrazo amoroso agota súbitamente mi cuerpo, para él yo seré un padre y él será para
mí un hijo.
Es sabio aquel que complace al padre, el padre que yo situaré a la cabeza de los reyes de la
tierra, el padre que yo exaltaré y al cual mi alianza permanecerá fiel eternamente. Y sin
embargo: si abandona mi ley, si no sigue mis pasos, si profana mis mandatos y mis
preceptos, ¡que el enemigo se levante sobre él y que el hijo de la iniquidad le alimente! Si
por el contrario sigue mis pasos, no temerá nunca la frialdad de la nieve. Él y los suyos
lucirán vestimenta de biso y púrpura; en ese día él se reirá, yo seré saciado y será mostrada
mi gloria. Éste es el que ha velado mis senderos y rehusado comer del pan de los ociosos.
Por ello, por encima de él se han abierto los cielos y su voz ha retumbado como el trueno,
es la voz de aquel que tiene siete estrellas en sus manos, los siete espíritus enviados sobre
toda la tierra para predicar y dar testimonio. Aquel que creerá, aquel que será bautizado,
será salvado, y condenado será el incrédulo.
En cuanto a los signos que mostrarán los creyentes y los bien bautizados, helos aquí: en el
momento en el que el rey de los cielos pronuncie sobre ellos su juicio, serán blancos de
nieve en el Monte Sombrío; las plumas de la paloma se cubrirán de plata, y las alas de su
dorso tendrán la palidez del oro. ¡Tal será mi hijo amado! ¡Miradle! Es más bello que
cualquiera de los hijos de los hombres. El sol y la luna contemplan su belleza. Él es
privilegio de amor, heredero universal al que los hombres conceden su confianza y sin el
cual nada pueden hacer.
Quien tiene oídos escucha lo que ha dicho el espíritu de la doctrina a los hijos de la
disciplina sobre las siete estrellas que permiten la culminación de la obra divina. De ellas
habla Senior en su libro en el capítulo del sol y de la luna, cuando dice: Cuando habrás
fabricado estos siete metales que has observado por las siete estrellas y que has ofrecido a las siete estrellas,
cuando los habrás purificado nueve veces hasta lograr el aspecto de las perlas, entonces habrás cumplido la
obra del blanqueamiento.
CAPÍTULO SÉPTIMO
DEL DILUVIO Y LA MUERTE QUE LA MUJER CAUSÓ
Y QUE LA MUJER AHUYENTÓ
Cuando hacia mí hayan fluido las multitudes marinas, cuando los torrentes hayan inundado
mi rostro, cuando las flechas de mi aljaba hayan sido saciadas de sangre, cuando mis tinajas
hayan exhalado el perfume del mejor de los vinos, cuando mis graneros se encuentren
desbordados de trigo, cuando el esposo haya cruzado el umbral de la estancia nupcial en
compañía de diez vírgenes, cuando mi vientre se haya hinchado bajo la caricia de mi
amado, cuando el gozne de mi puerta se abra al amado, cuando Herodes haya matado
colérico una legión de niños, cuando Raquel haya llorado a sus hijos y cuando la luz brote
de las tinieblas, cuando el sol de justicia se eleve en el cielo, entonces llegará la plenitud de
los tiempos, entonces enviará Dios a su hijo tal y como está escrito. Ese hijo que ha sido
nombrado por Dios heredero universal y para el que ha creado los tiempos diciéndole: Tú
eres mi hijo, hoy te he engendrado. Los magos de Oriente le han traído tres presentes. Este
día que ha dispuesto el Señor, es para nosotros día de alegría y de júbilo, pues en este día ha
considerado el Señor mi aflicción y ha enviado la redención: en Israel es el pretendiente al
trono.
En este día la mujer ahuyentará la muerte que había causado. Cederán los cerrojos del
infierno. La muerte cesará en lo sucesivo su dominio. Las puertas del Hades no se
opondrán a ella, pues será encontrado el décimo dracma extraviado, será guiada la
centésima oveja del desierto y nuestros hermanos recuperarán la unión perdida desde la
caída del ángel.
Hijo mío alégrate en este día, pues significa el fin de las lamentaciones, significa el fin del
dolor: el viejo mundo se ha ido.
Que aquel que tenga oídos escuche las palabras del espíritu de la doctrina a los hijos de la
disciplina, a propósito de la mujer que trajo la muerte, y que después ahuyentó. Los
filósofos lo dicen así: ¡Sepárale el alma antes de devolvérsela, pues la corrupción del uno es la generación
del otro. Sepárale el humor que corrompe antes de alimentarla del humor que le es natural! Este es el
camino de la perfección y de la vida.
CAPÍTULO OCTAVO
LA TERCERA PARÁBOLA: LAS PUERTAS DE BRONCE Y LAS BARRAS DE
HIERRO DEL CAUTIVERIO BABILÓNICO
Aquel que romperá las puertas de bronce y quebrará las barras de hierro, aquel que
cambiará el candelabro de lugar, aquel que de este modo arrancará las cadenas de la prisión
de la tiniebla alimentando mi alma hambrienta, alma que acude con la boca desbordada de
fe para ser nutrida con la semilla del trigo y con la miel de la roca, aquel que preparará para
el errante que soy una sala de banquete, él será el que permitirá a los siete dones del
Espíritu Santo, en su misericordia, extender sobre mí su calma y me permitirá dormir en
paz. Él me reunirá con la tierra para verter sobre mí una agua pura, y seré purificado de la
más grande de las faltas y del demonio del mediodía: desde la planta de los pies hasta la
cabeza, nada en mí, absolutamente nada, permanecerá intacto.
Él me purificará de mis vilezas ocultas y extrañas, no tendré siquiera que recordar las
iniquidades que he cometido: Dios me ha dado unción de un aceite de júbilo para que el
poder de penetración y licuefacción cohabite en mí el día de mi resurrección, el día que de
Dios consiga la gloria.
De este modo van y vienen los tiempos hasta la venida del enviado, hasta la venida de aquel
que levantará el yugo del cautiverio de estos setenta años de estancia a bordo de los ríos de
Babilonia. En ellos hemos llorado, en ellos hemos abandonado nuestros instrumentos
porque las hijas de Sión se llenaron de orgullo, porque marcharon con el paso rápido y la
mirada provocadora, porque parlotearon, porque ellas mismas labraron su camino. Por ello
el Señor volverá sarnosa y calva su cabeza: de Sión llegará la ley y de Jerusalén el verbo del
Señor. Ese día, cuando las siete mujeres se apoderen de un único hombre exclamando:
Nosotras mismas nos proveemos el alimento y nos vestimos sin ayuda de nadie, ¿por qué no proteges nuestra
sangre, esta sangre que como si fuese agua hemos derramado alrededor de Jerusalén? Y recibirán la divina
respuesta: ¡Esperad aún un poco más, hasta que nuestros hermanos, de los que el libro precisa el número,
se reúnan al completo! Entonces, cuando el Señor habrá purificado a sus hijas por el espíritu de
la sabiduría y de la inteligencia, todos aquellos que falten de Sión serán llamados santos.
Diez arpentas de vid llenarán un barril entero, y treinta moyos de simiente tres fanegas de
trigo. El que entienda estas palabras será eternamente inconmovible.
Que el que tenga oídos escuche lo que ha dicho el espíritu de la doctrina a los hijos de la
disciplina a propósito del cautiverio babilonio, que duró setenta años y que los filósofos
significan con estas palabras: Múltiples son los aspectos de los setenta preceptos.
CAPÍTULO NOVENO
LA CUARTA PARÁBOLA: SOBRE LA FE DE LOS FILÓSOFOS
FUNDADA EN EL NÚMERO TERNARIO
A aquel que cumpla la voluntad de mi padre arrojando este mundo al mundo, le será
concedido un lugar en el reino al lado de mi trono, sobre la sede de David y sobre las sedes
de las tribus de Israel. Esta es la voluntad de mi padre, para que se sepa que es Él y no otro
el Dios verdadero, Él que en verdad da con generosidad y sin cicatear a todos y a todas las
naciones.
Su hijo es hijo único, Dios nacido de Dios, y luz nacida de luz; su Espíritu Santo ha nacido
del padre y del hijo, y en divinidad es su igual. En el padre subsiste la eternidad, en el hijo la
semejanza; el Espíritu Santo es la eternidad y el vínculo de la semejanza. De este modo está
dicho: Tal es el padre, tal es el hijo, tal es también el Espíritu Santo. Estas tres personas forman
una sola persona, de manera que, es lo que el filósofo ha querido decir, cuerpo, espíritu y
alma constituyen una unidad: toda perfección se basa en el número ternario, conforme al
número, al peso y a la medida.
Por otra parte, el padre ha nacido de la nada, el hijo ha nacido del padre y el Espíritu Santo
del uno y del otro. Con el padre aparece la Sabiduría que gobierna y ordena la totalidad
moderadamente, sus decretos son insondables y sus caminos incomprensibles. Con el hijo
llega la verdad: en su aparecer asumió la nada; es al mismo tiempo Dios perfecto y hombre,
con carne de hombre y alma de razón; siguiendo el precepto del padre y con el apoyo del
Espíritu Santo redimió a un mundo perdido por el pecado de nuestros padres. Al Espíritu
Santo le fue confiada la bondad. Gracias a él lo terrestre se transforma en celeste
triplemente: bautiza por su flujo, por la sangre y por las llamas. Por su flujo anima, purifica
y expulsa de las almas todas las miasmas, limpiando los vapores nocivos, como está escrito:
Tú fecundas las aguas, vivificando las almas. El agua es, en realidad, el alimento de todo aquello
que brota: cuando desciende del cielo satura la tierra procurándole la fuerza que le permite
dominar a todos los metales; por ello la tierra implora siempre al agua diciendo: Envía tu
aliento (es decir: el agua) para que comience la creación, para que sea renovada la faz de la tierra; y
Dios envía a la tierra el espíritu y la hace temblar, toca las montañas y humean. Después,
por el bautismo de sangre, el Espíritu Santo nutre, como está escrito: El agua de la Sabiduría
salvadora me ha nutrido y su sangre es verdadero alimento. El asiento del alma está en la sangre,
como ha dicho Senior: El alma de la que hablamos reside en el agua, en la que toda vida reposa, esta
agua que une en acto al alma por su calor y humedad. Finalmente, por el bautismo de las llamas, el
Espíritu Santo vierte el alma y procura la perfección de la vida, pues el fuego confiere
forma y todo lo llena, como está dicho: Entonces Yahvé, introdujo en su nariz un hálito de vida, y
el hombre, muerto como estaba, se transformó en alma viviente.
Los filósofos dan testimonio de estas tres operaciones: el agua protege al feto tres meses en
la matriz; el aire lo alimenta durante los tres meses siguientes, y el fuego lo guarda en los
últimos tres meses. El niño no verá el día si estos meses no han transcurrido; sólo entonces
nace y el sol le alimenta, él que revive todo lo muerto. He aquí porque se ha dicho que el
Espíritu Santo gracias a la perfección de sus septuples dones, posee, cuando se revuelve en
la tierra, siete virtudes.
En primer lugar calienta la tierra que estaba muerta de frío y desecada por el calor. El
profeta a este propósito dice: El fuego empieza a arder por mi obra, y siento que el corazón me
abrasa. En el libro de la quintaesencia leemos: ¡El fuego, mediante el calor que penetra y sutiliza,
consume las partículas terrestres más materiales e inconsistentes. A medida que es alimentado continúa su
acción, buscando imprimir su forma en la sustancia pasiva! Caled Minor añade: ¡Caldead el frío a través
de un calor venido de otra parte! Senior: ¡Colocad al macho sobre la hembra y lo caliente sobre lo frío!
En segundo lugar: el espíritu extingue el fuego intenso al amenazar con su propio incendio.
El profeta a este respecto dice: Un fuego se enciende en la sinagoga: una llama quema sobre la tierra
a los renegados; el espíritu apaga a este fuego en nombre del equilibrio que lo engendra: en
realidad el ardor es producto de un equilibrio. Caled Minor: ¡Apagad el fuego del uno con la
frigidez del otro! Avicena: Lo primero que se libera es el fuego, y este fuego libera una virtud ígnea que es
más dulce y más digna que la de cualquier otro elemento.
En tercer lugar: el espíritu reblandece, licúa la dureza de la tierra, disolviendo las partes más
densas y más compactas, como está escrito: La llama del Espíritu Santo funde. Y el profeta: Él
enviará su palabra fundente, su espíritu soplará y las aguas fluirán. En el libro de la quintaesencia
leemos que el aire abrirá los poros de la tierra para adquirir la virtud del fuego y del agua.
En otro lugar se dice: La mujer disuelve al hombre y el hombre fija a la mujer; del mismo modo el
espíritu disuelve al cuerpo y lo ablanda, mientras que el cuerpo confiere dureza al espíritu.
En cuarto lugar: después de haber ahuyentado las tinieblas el espíritu ilumina, tal y como
dice el himno: ¡Disipa las terribles tinieblas de nuestro espíritu e ilumina nuestros sentidos!
Y el profeta: Les guió toda la noche con un fulgor de fuego, y la noche resplandeció como
el día. En cuanto a Senior: Blanqueará toda negrura y enrojecerá toda blancura, pues el agua
blanquea y el fuego ilumina. Tiene el esplendor del rubí gracias al espíritu de tintura que le
procura la virtud ígnea, es por ello que se le da al fuego el nombre de tintorero. En la Turba
de los filósofos está escrito: cuando las nubes habrán blanqueado la superficie, blanquearán
también las partes íntimas. Y Morien: Hemos desterrado la negrura y fabricado la blancura
con el natrón, es decir, con el espíritu.
En quinto lugar: el espíritu separa lo puro de lo impuro separando del alma todos los
accidentes así como los vapores que son nocivos y malolientes, como está escrito: El fuego
separa lo heterogéneo para construir lo homogéneo. El profeta: Por el fuego me has inspeccionado y no has
encontrado en mí ninguna iniquidad. Hermes: Separarás lo denso de lo sutil, la tierra del fuego.
Alphidius: La tierra se licúa y se transforma en agua, el agua se licúa y se transforma en aire, el aire se
licúa y se transforma en fuego, el fuego, a su vez, se licúa y se convierte en tierra glorificada. Razi precisa
que el inicio de la preparación perfecta viene precedido por una cierta purificación de los
cuerpos que algunos denominan tratamiento, lavamiento e incluso separación. Este
espíritu, cuya función es septuple, separa las partes puras de las partes impuras para que,
gracias a las partes puras, la obra se cumpla tras el rechazo de las impuras. A esto hizo
secreta alusión Hermes al decir: Separarás la tierra del fuego, lo sutil de lo denso.
En sexto lugar: cuando el espíritu conduce a la superficie el alma oculta en las vísceras de la
tierra, está exaltando lo que está por debajo. El profeta: Eres tú el que ha arrancado mi alma de
las profundidades del infierno. Isaías: El espíritu del Señor me ha exaltado. Los filósofos: Cualquiera
que manifiesta lo oculto conoce la obra en su totalidad; cualquiera que conoce nuestro cinabrio, nuestro
fuego, es nuestro filósofo. Morien: Aquel que habrá elevado su alma contemplará sus colores.
Alphidius: Si el vapor no se eleva no te servirá, pues la obra entera pasa por él, con él y en él.
En séptimo y último lugar: el espíritu inspira, puesto que transforma el cuerpo terrestre en
espiritual, tal y como leemos en este himno: ¡Por tu inspiración, espiritualiza a los hombres!
Salomón: El espíritu de Dios ha llenado el universo. El profeta: Todo su poder emana del soplo de su
boca. Razi, en la Luz de las luces: Lo pesado no puede ser exaltado más que con la ayuda de lo ligero,
lo que es ligero no puede descender más que con la ayuda de lo pesado. En la Turba: Convertid lo corpóreo
en incorpóreo, lo sólido en volátil. Nuestro espíritu concluye y cumple esto, pues sólo él puede
purificar lo que ha concebido la simiente impura. ¿Acaso no nos dice la Escritura: Limpiaos
y purificaos? Y el mensajero a Naamán: Báñate siete veces en el Jordán y tu carne recobrará su pureza.
Hay un solo bautismo para limpiar los pecados, la fe y el profeta son testigos de ello.
Que aquel que tenga oídos escuche lo que ha dicho el Espíritu Santo de la doctrina a los
hijos de la disciplina acerca de la septuple virtud del Espíritu Santo, que permite el
cumplimiento de la Escritura entera; es lo que los filósofos dicen con estas palabras: Destila
en siete ocasiones y apartarás así la humedad corruptora.
CAPÍTULO DÉCIMO
LA QUINTA PARÁBOLA: ACERCA DEL TESORO
QUE LA SABIDURÍA EDIFICÓ SOBRE LA ROCA
La Sabiduría ha construido su casa: el que en ella entre será salvado y encontrará su
alimento. El profeta así lo atestigua: Se embriagan con la grasa de tu casa, pues un día sobre tus
atrios vale por mil ¡Dichosos los habitantes de esta casa! El que en ella pida, recibirá, el que
busque, encontrará: llamad y os será abierta. La Sabiduría permanece siempre en la puerta
diciendo: Estoy llamando a la puerta. Si alguien escucha mi voz y la abre, entraré en su casa para que
cenemos juntos. ¡Grande es la profusión de tu dulzura, que has reservado para aquellos que
penetren en esta casa: el ojo no la ha percibido, el oído no la ha escuchado, nada ha
penetrado en el corazón del hombre! ¡Santidad y larga vida para aquellos que abran esta
casa, que tiene sus fundamentos en la roca! Roca que sólo podrá ser partida por la mejor
sangre de macho cabrío o por el triple golpe del báculo de Moisés: las aguas brotarán
entonces en abundancia y la comunidad entera se saciará, hombres y mujeres no sufrirán
más hambre ni sed. Aquel al que la ciencia abrirá su casa encontrará en el interior una
fuente inagotable, un agua viva y de juventud, de la que el bautismo extraerá la salvación
impidiendo la decrepitud.
Pocos son, desgraciadamente, los que son capaces de entrar: ¡son niños, y son conscientes
de ello! Cuando hayan comunicado su enseñanza, cuando hayan dominado los tronos de
los veinticuatro ancianos, -son dignos de ello y están bien capacitados-, podrán contemplar
cara a cara y ojo con ojo la claridad completa del sol y de la luna; sin la ayuda de los
ancianos, nada podrán hacer. Aquellos que tengan las llaves del reino de los cielos, tendrán
todo lo que habrán unido y desunido: ¡así sea! Por dondequiera que vayan, seguirán al
cordero.
La decoración de esta casa no puede ser descrita: sus vestíbulos y sus muros son del oro
más puro, sus puertas resplandecen repletas como están por las perlas y las gemas más
preciosas, y está ornada con catorce piedras angulares que asegurando sus fundamentos
designan las catorce virtudes.
Primera virtud: la salud, de la que el profeta ha dicho: Ella ha sanado los corazones rotos y
vendado sus heridas, y los filósofos: El que hace uso de ella persevera en el vigor del
cuerpo.
Segunda virtud: la humildad, de la que se ha escrito: Porque has puesto los ojos en la
humildad de tu sierva, todas las generaciones me llamarán en adelante bienaventurada. Y el
profeta: El Señor endereza todo lo que está torcido. Aristóteles a Alejandro: Con esta
piedra no es conveniente golpear. Y Alphidius: La Sabiduría del hombre humilde alcanzará
la perfección.
Tercera virtud: la santidad. De ella el profeta ha dicho: debes aspirar a la Santidad y a la
magnificencia en la santificación. Y Alphidius: Has de saber que no podrás adquirir esta
ciencia hasta que no hayas purificado tu espíritu por Dios y desterrado de tu corazón toda
corrupción. La Turba: He renunciado a todo tipo de voluptuosidades, he suplicado a Dios
para que me muestre esta agua pura que no es otra cosa que vinagre.
Cuarta virtud: la castidad. Respecto a ella leemos: Si la amo, seré puro, cuando la tocaré, seré casto.
Su madre es virgen, su padre no ha dormido con ella, ¡por eso es leche de virgen la que le
ha alimentado! Avicena en los Minerales: Ciertos espíritus astutos utilizan una agua que tiene un
nombre: leche de virgen.
Quinta virtud: la energía. Se ha dicho de ella que es el ornato del alma. Hermes: Recupera la
energía de los planetas superiores e inferiores, ella penetrará en todo aquello que es sólido.
En el tratado sobre la quintaesencia: Jamás admiraré lo suficiente esta energía celeste que le
habéis inspirado e infundido. Juan, en el Apocalipsis: Al vencedor le será dado el maná
oculto, el nuevo nombre pronunciado por la boca del Señor. En el libro sobre la
quintaesencia: Cuando se haya logrado la piedra de la victoria, enseñaré cómo fabricar
gracias a ella, a partir de su materia, esmeraldas, jaspes y verdaderas crisolitas, más perfectas
y superiores en color, en substancia y en virtud a las piedras naturales.
Séptima virtud: la fe. A propósito de la que se lee: Es la fe quien salva; sin ella nadie puede
alcanzar la salvación. Tener fe es comprender lo invisible. La Turba: Es invisible como el
alma en el cuerpo, y: Dos elementos son visibles, la tierra y el agua, dos invisibles, el aire y
el fuego. Pablo: Quien en él crea no será confundido; pero para los no creyentes la piedra
es un obstáculo, un peñasco que derriba. Y el Evangelio: El que no cree ya está condenado.
Octava virtud: la esperanza, de la que se ha dicho: Una esperanza viva procura la alegría, la
esperanza es el garante de un final feliz. Morien: Espera, espera aún y llegarás. El profeta:
Fiaos de él, pueblo, siempre, nuestros padres pusieron en él su esperanza y fueron
liberados.
Novena virtud: la caridad, de la que el Apocalipsis dice: La caridad lo sostiene todo: nada
hace torcido, y el evangelista: Amo a aquellos que me aman, amigo mío, pues en ellos el
amor no cesa. Y Alfonso: El verdadero amigo, es aquel que no te atormenta cuando todos
te ponen faltas, Y Gregorio: La prueba de amor es la revelación de la obra. Job: Todo lo
que posee el hombre lo cederá a través de su alma, es decir, a través de esta piedra. ¡Quién
siembra con calma recoge con premura! Para repartir el consuelo, es necesario repartir
antes los sufrimientos.
Décima virtud: la bondad, de la que se ha dicho: ¿Ignoras que la bondad te lleva al
arrepentimiento? Es bueno aquel juez que mide a cada uno según sus obras. La bondad juzga
el bien por el mal, el máximo por el mínimo, mientras que el simple bienobrar juzga el bien
por el bien, lo poco por lo poco.
Undécima virtud: la paciencia, de la que se ha dicho: ¡Aprehende la paciencia si deseas la
victoria! Y el apóstol: ¡Por la paciencia y por la consolación de las Escrituras poseemos la
esperanza! Morien: ¡Que el impaciente aparte sus manos de la obra! Caled Minor: Son
necesarias tres cosas: paciencia, circunspección y habilidad técnica. Y el apóstol: ¡Sed
pacientes, la venida del Señor está cerca!
Duodécima virtud: el equilibrio, del que se ha escrito que todo lo alimenta, que todo lo
favorece, que es el garante universal de la salud. En tanto que los elementos guardan
equilibrio, el alma es feliz en el cuerpo. En caso de discordancia, al alma le horroriza su
morada. El equilibrio es en realidad la mezcla recíproca de los elementos: el frío atempera
al calor, lo húmedo a lo seco. Los filósofos han puesto todo su empeño en evitar todo
exceso de uno por defecto de otro, y dicen: Evitad la huida del arcano, evitad que el vinagre se
evapore, evitad expulsar al rey y a su esposa por un exceso de fuego, desconfiad de todo aquello que rebase la
mesura, ponedlo sobre el fuego de la corrupción, también llamado del equilibrio, hasta la unión espontánea.
Trigésima virtud: la disciplina espiritual o inteligencia, de la que el apóstol ha dicho: La letra
mata y el espíritu vivifica. Renovaos por una transformación espiritual y revestid al hombre
nuevo con una inteligencia sutil. Si vuestra inteligencia es espiritual, conoceréis el espíritu.
¡Que cada uno de vosotros examine su propia obra, que examine si sirve a la perfección o a
la destrucción! El hombre recoge según siembra. ¡Oh, la legión de aquellos que no
comprenden las proposiciones de los sabios! Es su necedad la que les ha hecho perecer: les
ha faltado la inteligencia del espíritu, y no han encontrado otra cosa que fatalidades.
Decimocuarta piedra: la obediencia, de la que se ha escrito: ¡Sed obedientes con vuestros
superiores hasta la muerte como Cristo ha sido obediente con su padre! Obedeced los preceptos y los
dichos de los sabios y todas sus promesas cederán ante vosotros realizándose con el
asentimiento del Señor Dios.
¡Que aquel que tenga oídos escuche lo que ha dicho el espíritu de la doctrina a los hijos de
la disciplina, a propósito de esta casa que la Sabiduría ha basado en catorce piedras
angulares y que veinticuatro ancianos abrirán con las llaves del reino de los cielos! Senior así
lo declara en el prólogo de su libro, en el que explica lo que es el águila del tejado, y cuáles
son las figuras que presentan las distintas propiedades sobre los muros laterales. Alphidius
ha hablado en su libro de la casa del tesoro, que cuatro llaves pueden abrir, las llaves de los
cuatro elementos.
CAPÍTULO UNDÉCIMO
LA SEXTA PARÁBOLA: EL CIELO, EL MUNDO,
Y LOS LUGARES DE LOS ELEMENTOS
Aquel que es de la tierra es terrestre y habla en terrestre; aquel que viene del cielo lo excede
todo. La tierra es considerada el principio de los elementos y los cielos designan los
elementos superiores. Conviene hablar de la tierra y del cielo, puesto que el cielo obra en la
tierra desde el principio y la tierra es la madre de los distintos elementos, como declara el
profeta: Después de largo tiempo has fundado la tierra, y los cielos son obra de tus manos; los cielos,
que no son otra cosa que agua, aire y fuego. Después de su muerte los elementos se
separan de la tierra y vuelven a ella para ser vivificados. Esto es así ya que el agente de la
composición de un cuerpo es también el lugar de su resolución, así lo testifica la santa
palabra: El hombre es ceniza, y en ceniza se convertirá. Ceniza que los filósofos han aprendido a
mezclar con el agua permanente y que es el fermento del oro. Su oro es el cuerpo, es esa
tierra que Aristóteles ha llamado coagulante porque coagula el agua.
Es esa tierra de la santa promesa en la que Hermes ordenó que se sembrase el oro para que
surgiera de ella una lluvia de vida, una agua que calienta; por ello dijo Senior: Cuando
quisieron extraer esta agua divina, que es fuego, la calentaron gracias a su fuego que es agua, y el fuego fue
regulado hasta su término, y finalmente lo escondieron a causa de la necedad de los insensatos. En efecto,
los filósofos juraron que jamás hablarían claramente de él en ninguno de sus escritos
dejando en manos del Dios de gloria el cuidado de revelarlo o esconderlo a quien él quiera:
Él que encierra gran sabiduría y los oscuros misterios de los sabios. Cuando el calor de este
fuego alcance la tierra, antes de recuperar su primera forma terrestre, esta tierra será
disuelta, empezará a hervir y a transformarse en vapor. Esta agua ha movido la tierra y los
cielos se han fundido por encima de ella, se han expandido suavemente por todo el mundo
y han narrado con ello la gloria de Dios. Gloria que sólo conoce aquel que comprende
como los cielos han sido hechos de tierra, y como la tierra permanece en la eternidad
mientras los cielos se funden sobre ella; así lo testifica el profeta: Eres tú el que ha puesto la
tierra sobre sus bases, inconmovibles por los siglos de los siglos. Desde la profundidad la cubres como
vistiéndola. Las aguas, el aire ígneo, se mantienen sobre las montañas y los pájaros del cielo
harán de ellos su morada. Los elementos superiores darán de beber a la tierra para que se
sacie del fruto de sus obras.
De este modo los siete planetas han hundido sus raíces en el centro de la tierra deponiendo
sus energías. La tierra es agua que hace germinar toda suerte de colores y frutos, produce el
pan, el vino que llena de alegría el cuerpo del hombre, la hierba para las bestias y las plantas
para el uso de los humanos. Esta tierra creó la luna para marcar el tiempo, porque el sol se
levantó temprano cuando hubo pasado el Sabbath para seguir la tiniebla que pusiste sobre
la tierra antes de su despertar: fue la noche. Esta noche será recorrida por todas las bestias
de los bosques con el límite de no traspasarla hasta la albura. En esta orden perseverarán
hasta la rojez, pues todo está al servicio de la tierra. Todos aquellos que la recorrerán
vivirán hasta setenta años porque la tierra lo contiene todo por el verbo de su divinidad,
como está escrito en la Turba de los filósofos: Ponderosa, la tierra lo tiene todo, sirve de
fundamento al cielo entero, pues reveló su aridez cuando los elementos fueron separados. Entonces se
formó un libre pasaje en el mar Rojo, mar grande y espacioso que debilitó la roca de la que
brotaron las aguas metálicas. Pues los ríos que regocijaron la ciudad de Dios han
desaparecido en la arena seca.
Aquel que es mortal habrá entonces revestido la inmortalidad, y la corrupción aquel que vio
la incorruptibilidad. En el universo se cumplirán las palabras de la Escritura: La muerte ha
sido engullida por la victoria. ¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? Allí donde el pecado se ha
multiplicado, la gracia ha superabundado. Así como todos mueren en Adán, así todos
revivirán en Cristo, pues habiendo la muerte venido de un hombre, es por un hombre,
Jesús, que llega la resurrección de los muertos. Adán y sus hijos han tomado su principio de
los elementos corruptibles por lo que necesariamente el compuesto se corrompe; el
segundo Adán se llama hombre filosófico nacido de los elementos puros para pasar a la
eternidad: lo que consiste en una esencia simple y pura, permanece eternamente. Es Senior
quien lo ha dicho: Existe una sola cosa que jamás muere, pues persevera en un perpetuo aumento
cuando el cuerpo ha sido glorificado después de la resurrección de los muertos en el último día: la fe da
testimonio de la resurrección de la carne y de la vida eterna después de la muerte. Entonces
el segundo Adán dirá al primer Adán y a sus hijos: Venid los benditos de mi padre, recibid en
herencia el reino que os ha sido preparado después del inicio de la obra, comed de mi pan y bebed del vino
que os he preparado, pues todo está a punto para vuestra venida.
Que aquel que tenga oídos escuche lo que ha dicho el espíritu de la doctrina a los hijos de
la disciplina, acerca del Adán terrestre y del Adán celeste, a lo cual los filósofos aluden con
estas palabras: Cuando poseerás el agua que brota de la tierra, el aire que brota del agua, el fuego del aire
y la tierra del fuego, poseerás la plenitud y perfección de nuestro arte.
CAPÍTULO DUODÉCIMO
LA SÉPTIMA PARÁBOLA: LA CONVERSACIÓN DE LOS DOS AMANTES
La amada.- ¡Vuélvete hacia mí con todo tu corazón, no me repudies por lo negra y curtida
que estoy! ¡Es el sol quien me ha quemado, y las profundidades las que han cubierto mi
rostro!
Por mis obras la tierra ha conocido la infección y la deshonra y ha sido dominada por las
tinieblas. ¡En el barro del abismo me hundo y mi sustancia aún no ha sido abierta! Desde lo
profundo he gritado, desde la profundidad de la tierra he clamado hacia todos vosotros, los
que atravesáis el camino. Prestad atención, miradme, y si alguien ve algo semejante a mí le
será donada la estrella de la mañana. En la noche, sobre mi lecho, he buscado el consuelo
sin encontrarlo. He gritado y no he recibido ninguna respuesta.
El amado.- Me levantaré. Entraré en la ciudad. En las calles, por las plazas, iniciaré la
búsqueda de una esposa, virgen púdica, bella de rostro y de cuerpo bien formado, bien
vestida. Ella moverá la piedra que cierra la entrada de mi tumba. Ella me dará alas como a
la paloma, con ella volaré hasta los cielos, y diré: ¡Eternamente vivo en ella, en ella descanso, y
permanece a mi derecha bajo el oro de Ofir! Escucha, hija mía, mira y pon oído a mis súplicas: con
todo el deseo de mi corazón he buscado tu belleza.
En mi lengua he dicho: Revélame mi fin y la medida de mis días, conozco mi fragilidad,
pues de un palmo has hecho mis días y ante ti mi sustancia no es nada. Eres tú quien
entrará en mi oído y recorrerá mi territorio, y seré revestido con traje de púrpura surgida de
nuestra unión. Como el esposo que sale de su estancia me acercaré. Me ornarás con gemas
primaverales y rutilantes, me vestirás con hábitos de salvación y gloria para dejar fuera de
combate a todas las naciones y a todos los enemigos, me ceñirás una corona de oro
marcada con el signo de la santidad, me rodearás con una túnica de justicia, me darás en
prenda tu anillo y me calzarás sandalias de oro. Esto es lo que ella hará, mi amiga, perfecta,
en su gran belleza, en su hechizo. ¡Oh dulzura, a ella, a quien han visto y celebrado las hijas
de Sión, reinas y concubinas! ¡Oh reina de lo alto, ven, acude, amiga y esposa, dí a tu amado
quien eres, revélame tus cualidades y tu grandeza! Por Sión no te callarás, al amparo de
Jerusalén no dejarás de hablarme, pues tu amado percibe tus palabras.
La amada.- ¡Oíd esto naciones, escuchad, habitantes de la tierra! Mi amado rubicundo ha
hablado. Ha suplicado y ha sido escuchado. Yo soy la flor de los campos y el lirio de los
valles, soy la madre del bello amor, del conocimiento y de la santa esperanza. Soy el viñedo
del fruto perfumado, mis flores son flores de honor y honradez, soy el lecho en el que
descansa mi amado, sesenta héroes le rodean, espada en el costado, luchando contra los
terrores de la noche. Bella soy y sin mancha alguna, miro por las ventanas y espío por la
celosía a mi bien amado, hiero su corazón con una sola ojeada y con un solo cabello de mi
nuca. Soy el perfume de los ungüentos, y el mejor de los perfumes, cinamomo, bálsamo y
mirra escogida. Soy la más casta virgen, me despierto como la aurora, enrojecida, elegida
como el sol y bella como la luna, sin lo que está detrás del velo. Soy cedro erguido y ciprés
de la montaña de Sión, corona en la que se ceñirá mi bien amado el día de mis nupcias, el
día de la unión, pues mi nombre es un frasco de perfume derramado. Honda de David cuya
piedra ha arrancado el gran ojo a Goliath abatiendo su cabeza. Cetro de la casa de Israel y
llave de Jessé: ella abre y nadie cierra, ella cierra y nadie abre. Viñedo elegido al cual el padre
de familia envió a los obreros, en la primera, en la segunda, en la sexta, en la novena hora,
diciendo: ¡Id también a mi viñedo, y os daré un sueldo equitativo a la duodécima hora!
Tierra de la promesa santa, en la que leche y miel fluyen, y que a su tiempo produce los
frutos más suaves.
También los filósofos han recomendado sembrar en mí su oro, su plata, su grano que nada
consume. Si el grano no cae sobre mí y no muere, quedará solo. Si muere, traerá multitud
de frutos. Tres veces más y mejores por tres razones. Primera: el grano caerá en una buena
tierra, una tierra de perlas. Segunda: caerá en una tierra mejor, una tierra repleta de hojas.
Tercera: caerá en la mejor de las tierras, una tierra de oro: ¡entonces, por mil veces será
multiplicada la cosecha! Los frutos de este grano servirán para cocer el pan de vida que
viene del cielo. Quien coma de este pan será saciado para siempre; de este pan comerán los
pobres y serán saciados, loarán al Señor aquellos que lo buscan y sus corazones vivirán para
siempre jamás. Yo doy y no quito, yo nutro y nunca pierdo energía, protejo y jamás tengo
miedo. ¿Qué le diré a mi bien amado? Soy la mediadora de los elementos, reconcilio los
contrarios. Enfrío aquello que está caliente, y viceversa. Humedezco lo que está seco, y
viceversa. Reblandezco lo que está duro, y viceversa. Soy el término medio. Mi bien amado
es el principio. En mí se ocultan la obra y toda la ciencia, la ley en casa del sacerdote, la
palabra en casa del profeta, el consejo en casa del sabio. Yo daré la vida y daré la muerte: de
mi mano nadie se escapa. A mi bien amado tiendo mis labios, él cierra los suyos contra mí,
él y yo formamos un sólo ser, ¿quién nos separará del amor? Nadie, ninguna fuerza.
¡Nuestro amor es fuerte como la muerte!
El amado.- ¡Oh bien amada, amada más que amada, dulce es tu voz y melodiosa: tu perfume
rebasa el de los más ricos ungüentos. Qué bello es tu rostro! ¡Tus pechos más bellos que el
vino, esposa mía, mi hermana, tus ojos piscinas de Hesebón, tu cabellera oro y tus mejillas
marfiles! ¡Tu vientre cráter redondeado dónde el vino no escasea, tus vestidos más blancos
que la nieve y más claros que la leche, más rojos que un viejo marfil, tu cuerpo es por
entero deleitable y deseable! Hijas de Jerusalén, acudid y ved, explicad lo que habéis visto,
decid qué haremos con nuestra hermana, ¡ella es pequeña y sus pechos aún no están
formados en el día del reencuentro! ¡En ella depositaré toda mi fuerza, cogeré sus frutos y
sus senos serán como racimos de uva! ¡Acércate mi amada, iremos a tus campos, nos
detendremos en tus granjas, por la mañana subiremos al viñedo, pues la noche ya termina y
el día está próximo! ¡Miremos si el viñedo está cargado y si las flores traen sus frutos! Allí
confiarás a mis labios tus senos; por ti he guardado todos mis frutos, los nuevos y los
viejos. Disfrutaremos de ellos, usaremos nuestros bienes con el ardor de la juventud.
¡Embriaguémonos con vino y perfumes, no dejemos pasar ninguna flor sin que nos haya
servido de corona! ¡Los lirios, las rosas, antes de que se marchiten! ¡Ningún prado se
escapará de nuestra orgía! ¡Nada faltará! Por todas partes dejaremos signos de unión, pues
ella es parte de nosotros. Gozaremos de nuestra cópula de amor y gritaremos en el gozo de
nuestra danza: ¡Ved que dulce es, que agradable es cohabitar dos en uno! ¡Levantad pues
tres tiendas para nuestro uso, la primera para ti, la segunda para mí, la tercera para nuestros
hijos! ¡Una cuerda triple resiste más!
Que aquel que tenga oídos, escuche lo que ha dicho el espíritu de la doctrina a los hijos de
la disciplina acerca de la conversación de dos amantes. Él sembró su simiente para hacer
madurar un triple fruto, sobre el cual Calid, el autor de las tres palabras, dice: Estas son las
tres preciosas palabras que ocultan el secreto de la ciencia entera, palabras que es necesario confiar a los
piadosos, es decir, a los pobres, desde el primero hasta el último de los hombres.